Por qué es el glifosato el herbicida más usado del mundo

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No me avergüenzo de explicar que a lo largo de mi vida he aplicado miles de litros de glifosato sobre los suelos de nuestros viñedos, olivares y campos de cereal.

Desde que tengo uso de razón y hasta hace unos 10 años, este producto ha formado parte de mi día a día como agricultor.

Pero llegó un día en el que eliminé todos los productos de síntesis química de mi finca, desde fertilizantes, insecticidas, bactericidas, fungicidas hasta herbicidas como el glifosato.

La cara oscura de los agroquímicos de síntesis

Uno de los motivos principales que me llevaron a abandonar el uso de glifosato y demás productos de síntesis química fue tomar conciencia de los peligros que estos productos representaban para la salud de nuestras tierras, los organismos que la habitan y las personas que la cuidamos, en este caso, mi familia.

El glifosato es un producto que ha estado en el punto de mira desde hace muchos años.

Actualmente, son muchos los estudios que demuestran los riesgos de esta materia activa, que empezó a comercializarse en la península ibérica desde los años setenta de la mano de Monsanto.

En 2015, la Organización Mundial de la Salud lo clasificó como cancerígeno, tal y como demuestra una publicación de la revista Mutation Research, donde se concluyó que la exposición a este producto aumenta en un 40% el riesgo de sufrir un linfoma.

¿Prohibición o prórroga?

Hoy el glifosato está en el orden del día, ya que en las últimas semanas se ha abierto un debate sin precedentes sobre su prohibición.

En este sentido, la Unión Europea debe tomar una decisión antes del 15 de diciembre, momento en que expira el permiso actual.

El debate ha sido avivado por la empresa que lo comercializa hoy en día (Bayer), al alegar hace unas semanas que este producto representa “un elemento importante para la sostenibilidad y la agricultura regenerativa”.

¿Cómo puede ser el glifosato un elemento que permita regenerar los suelos, cuando es evidente que, como el resto de herbicidas de síntesis química, extermina la vida?

Más allá de todos los argumentos a favor y en contra que aparecerán en los próximos días en todos los medios, hemos escrito este artículo para responder a una pregunta clave para entender todo esto.

Una pregunta que parece que la mayoría de actores que intervienen en el debate no se han hecho, y por lo tanto no tienen la respuesta.

¿Por qué es el glifosato un producto tan utilizado por los agricultores de todo el planeta?

Como probablemente sabes, la agricultura vive en una crisis permanente desde hace 30 o 40 años.

Una crisis que básicamente responde al hecho de que los costos no dejan de subir, y los precios que los agricultores perciben por los alimentos que producen se mantienen en el tiempo, o incluso en algunos casos disminuyen.

Un buen ejemplo son las commodities como el cereal convencional, que vale lo mismo hoy que hace 40 años.

En este contexto, para la mayoría de agricultores, la única forma de sobrevivir es mantener los gastos a raya.

El glifosato es un herbicida que permite exterminar las malas hierbas a un coste muy reducido y por eso es uno de los productos más populares en el sector primario.

De hecho, actualmente hay una gran variedad de herbicidas en el mercado, algunos con efectos similares al glifosato, pero generalmente más caros.

Y ese es el motivo real por el cual la mayoría de agricultores del planeta no están a favor de su prohibición.

Una responsabilidad compartida por todos

Si lo piensas bien, la mayoría de consumidores tendemos siempre a buscar el producto más económico cuando vamos al supermercado.

Tendemos a adquirir productos de menor calidad, menos nutritivos y hasta provenientes de una agricultura llena de tóxicos.

Esta actitud tiene un precio oculto, el de obligar al agricultor a producir al menor coste posible si pretende subsistir.

Y para la mayoría de agricultores, producir al menor coste posible significa utilizar todo el paquete agroquímico creado durante la revolución verde, paquete donde encontramos el glifosato.

No con el ánimo de aniquilar la vida del suelo, ni la biodiversidad del entorno ni su propia salud.

Simplemente por desconocimiento: de estos efectos mencionados y de cómo producir de otra forma manteniendo la rentabilidad del negocio.

El conocimiento es poder

Han pasado 10 años desde que me desenganché del glifosato y de cualquier molécula de síntesis química, y con el síndrome de abstinencia más que superado, aún recuerdo bien las dudas y miedos que esto supuso para nuestra familia.

Dejar la química significaba dejar la seguridad sobre el control de plagas, enfermedades y malas hierbas, asumir un importante riesgo económico y dar un salto al vacío sin haber podido generar suficientes ahorros para afrontarlo con la seguridad deseada.

Pero ahora me doy cuenta de que si lo hicimos, no fue porque tomáramos conciencia de los peligros que representaba incluso para nosotros.

Dejamos de usarlo porque aprendimos a producir sin él: a usar herramientas como la grada de púas o los fingers, a implantar y gestionar coberturas vegetales, a realizar rotaciones de cultivos y a mejorar el suelo mitigando (que no eliminando) la presencia de las malas hierbas.

Un futuro sin glifosato, pero con agricultores empoderados

Imagino un mundo donde los agricultores se ganen la vida dignamente y los consumidores los reconozcan (y lo compensen con sus compras) como un elemento indispensable para su salud y la del conjunto del planeta.

Un mundo donde todos los alimentos se produzcan de forma respetuosa con los suelos y los organismos que los habitan.

Imagino un mundo donde la agricultura regenerativa se convierta en el modelo establecido y mayoritario, y los agricultores disfruten cuidando sus suelos.

Y, evidentemente, imagino un mundo sin glifosato ni ningún otro producto herbicida, y no porque se prohíba su uso, sino porque los agricultores tengan todo el conocimiento y apoyo necesario para poder decidir no usarlo, tal como hicimos nosotros.

Pero para que esto ocurra, más allá de batallas de despachos, declaraciones y contra-declaraciones, titulares tendenciosos y toda la parafernalia política que lo acompaña, hace falta formación, empoderamiento y reconocimiento hacia un sector que lo último que quiere es dañar su tierra, el patrimonio que dejará a las futuras generaciones.

Pero como en todo en la vida, para saber lo que quiere el sector primario, primero hay que preguntar.

Dejar el glifosato es una de las mejores decisiones que he tomado nunca como agricultor.

Y si tú también tienes la suerte de ejercer uno de los oficios más hermosos del mundo, te animo a hacer lo mismo.

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